Juan Herrero, en Popes80

Dos lanzamientos muy esperados por mí se suceden en estos últimos días. El primero de ellos es el nuevo disco de Carlos Chaouen “Horizonte de sucesos”, que salió a la venta el 17 de noviembre. El segundo es el último trabajo del asturiano Nacho Vegas “El Manifiesto Desastre” que circula por las tiendas de discos y lugares de Internet desde el 1 de diciembre.

Tanto Nacho Vegas como Carlos Chaouen son dos de mis músicos de cabecera. No es que tengan mucho que ver en lo musical, pero sí tienen algo en común que los acerca; a la vez que su unión los aleja del resto de compositores al uso. Su gran talento para las letras. Son dos de esos tipos de autores que más que músicos se les suele considerar poetas. Su verbo cuidado y justo, el arrojo para decir las cosas más sencillas de la vida con el don de poder sonar armoniosamente y no quedar sucio.

La profundidad a la que nos adentran como mares de calma y tempestad atrapa como quien ve arder el fuego. Escritos con la fórmula mágica de ser lo más amplios posibles y consiguen, sin el menor ápice de indulgencia, salirse con la suya, porque estamos en su mundo que ahora es nuestro y lo habitamos como propio. Se afanan en la lucha por abrir un tiempo nuevo sin perder de vista las raíces que nos agarran al mundo. Y es que al igual que los buenos libros, después de la escucha de la obra musical de tan grandes talentos uno se adentra de tal forma en ellas, que se abren de par en par nuevos sueños antes nosotros.

Ambos suelen ser completamente desconocidos para el gran público. No suenan en las principales emisores, ni acuden (que yo sepa) a las mejores galas de premios. No tienen esa suerte. Aunque a lo mejor es necesario que así sea para que su pensamiento no bostece y se quede aletargado, ni disimulen la pasión y entrega en cada letra, en cada acorde. Su escucha puede hacerse sin las apreturas de los lugares masificados, puede escarbarse varias veces en la tierra que nos ofrecen.
Todavía no he podido escuchar nada de estos nuevos discos. Los intuyo en sus portadas, en los títulos de sus canciones. En lo que cuentan de él y en lo que callan. Pero sigo a la espera, impaciente. Para volver a salir de lo cotidiano, mientras afuera siguen sonando las mismas canciones de moda.

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