El difícil arte del bisturí por Enrique Curiel

Traslado aquí este magnífico artículo de mi amigo y compañero de andanzas políticas desde hace muchos años, Enrique Curiel que comparto en su totalidad, y que refleja también una parte de nuestra andadura por este espinoso tema, que algún día quizás nos sea reconocida. Aunque tampoco tiene esto demasiada importancia ya que lo hicimos como humilde aportación a su solución.


Behatokia
El difícil arte del bisturí

La teoría, y la práctica, de la deslegitimación de ETA merecen una reflexión: ¿Estamos acertando? Quizás sea momento de revisar, con toda cautela, la política de dispersión. No vayamos a fabricar, deseando lo contrario, acompañantes de los violentos

Enrique Curiel

CULMINA un complejo y sangriento verano en la batalla contra ETA y, simultáneamente, una de las pruebas de fuego de los simbólicos cien primeros días del gobierno de Patxi López. Se confirma una obviedad: la erradicación de la violencia no es un asunto sencillo, su deslegitimación tampoco y, además, todo lo ocurrido demuestra que "ETA está viva", como afirmó Alfredo Pérez Rubalcaba.

Los atentados de Mallorca, con el resultado de los asesinatos de dos guardias civiles, y el coche bomba de Burgos son la conclusión de un intento vano por parte de la dirección etarra: presumir de lo que carecen y celebrar a su manera el 50 aniversario de su nacimiento. ETA está débil, pero resiste. Apuesta por el llamado empate infinito con el Estado democrático -es decir, con nosotros- y, apoyada en una visión milenarista de la historia, de Euskadi y de sí mismos; esperan a ver quién se cansa antes.

El sentido simbólico de los atentados de Mallorca no ha sido menor y no me refiero al turismo. A veces, sin desearlo, resultamos un poco cutres y resultaba patético ver a altos responsables políticos realizando consideraciones sobre el impacto de los atentados en el turismo balear cuando los cuerpos de los dos guardias civiles todavía estaban calientes. Hay que saber mantener los nervios serenos, aunque sean nervios económicos. La señal de fondo a los españoles y a la opinión pública internacional es sencilla. Ellos, los etarras, habían llegado a pocos centenares de metros de la residencia del Rey. Y no era la primera vez. ¿Error policial? No. Simplemente ETA resulta escurridiza, tiene medios económicos, rumia sus atentados y dispone de cantera o placenta suficiente para intentar provocar, creen ellos, el empate infinito. Es verdad que el golpe que ha sufrido en las últimas semanas en Francia, con el desmantelamiento de más de una docena de zulos y la detención de sus responsables, garantiza una larga etapa de inactividad asesina, lo que constituye una buenísima noticia.

Pero además de lo apuntado sobre lo ocurrido fuera de Euskadi, es preciso hacer alguna consideración, llena de cautela, sobre lo que ha pasado dentro de Euskadi. Sin duda, el esfuerzo del consejero Ares y del lehendakari en la batalla contra los violentos sólo puede merecer parabienes. Comparto la idea de combinar la tarea policial, judicial e internacional, con la deslegitimación política, social y cultural de los etarras. Pero todo ello merece una reflexión para saber si hablamos de lo mismo, o al menos, cómo desarrollamos esa estrategia.

Porque, ¿qué queremos decir con "deslegitimación" en sus diferentes vertientes? Parece evidente, aunque nada haya evidente en estos asuntos, que se trata de desarrollar una estrategia inteligente, trasversal y constante que reste legitimidad, esto es, razones de existencia y justificación a ETA y a los violentos. Se trata de restarles base social, militancia y argumentos para que la placenta no salga fortalecida. La cuestión no es fácil porque, como afirma Max Weber en Economía y Sociedad, la legitimidad hace referencia a motivaciones carismáticas, a la creencia en dones o en fenómenos religiosos, afectivos o históricos. Es una tarea de años, cuando no de generaciones. ETA ha hecho creer a una parte de la sociedad vasca desde hace décadas, y el franquismo facilitó el mensaje, que el problema de Euskadi es España y que tal cuestión sólo se puede resolver a través de la violencia. Se trata, precisamente, de romper la idea de que la violencia es el único camino para resolver los conflictos entre Euskadi y el Estado. Y eso no lo hacemos sólo con la Policía y los jueces.

De ahí la importancia de utilizar el bisturí con habilidad y sutileza, como me decía hace pocas horas un buen amigo socialista vasco. Por ejemplo, una consideración sobre la situación de los presos de ETA. Comparto la tesis de no dejarles a los protectores y protagonistas de la violencia resquicios de impunidad. Pero lo ocurrido en las fiestas de una buena parte de las ciudades y pueblos de Euskadi durante el verano merece que los responsables políticos se sienten a reflexionar. Seguro que yo estoy equivocado porque carezco de la información a la que ellos tienen acceso, pero ¿estamos acertando? Porque quizás sea el momento oportuno de revisar, con todas las cautelas necesarias, la política de dispersión de etarras y acercarlos a prisiones del País Vasco. ¿No le quitaríamos a ETA una de sus principales banderas de movilización? ¿No sería una forma de deslegitimar a los que utilizan a los presos para darle oxígeno social a ETA? ¿Qué podría pasar? ¿Qué peligros corremos? Porque, en el fondo, las escenas de las disoluciones de los manifestantes en Donosti, Bilbao o Gernika, favorecen la expectativas de la izquierda abertzale. Estarán felices. No vayamos a cometer el error de fabricar nosotros mismos, deseando lo contrario, amigos o acompañantes políticos de los violentos. A algunos se les pondrán los pelos de punta y me llamarán "apaciguador". Allá ellos.

Y, por último, una cuestión no menor y que merece un debate sosegado. Ha resucitado el asunto del final dialogado con ETA. "Mientras ETA no desaparezca, Batasuna nunca volverá a estar en una institución aunque condene la violencia y tampoco habrá diálogo". Claro que no es decir mucho porque el día que ETA desaparezca lo que menos nos preocupará es el futuro de Batasuna. Comprendo bien a Rubalcaba. Y el argumento es de peso en el sentido de no dejar abierta la puerta de la negociación de manera indefinida y permanente esperando a que nos llamen a través de las treguas. Pero no es menos cierto que cerrar la puerta a cualquier diálogo y a lo que fue el eje de los Pactos de Madrid y de Ajuria Enea sobre el final dialogado refuerza al sector mas duro de la banda al permitirle afirmar que no hay ninguna posibilidad de hablar, que no de negociar, y que los partidarios de echar la persiana están abocados al fracaso.

Recuerdo una entrevista que mantuve en 1986, como portavoz de Izquierda Unida, con José Barrionuevo, ministro del Interior, en la que me explicó su conocido criterio del palo y la zanahoria en relación con ETA. No lo desarrollo porque resulta elemental en su sencillez, pero vale la pena recordarlo. Mantener el equilibrio en la vida no es fácil y el uso del bisturí, tampoco.

* Profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

No es menos cierto que cerrar la puerta a cualquier diálogo refuerza al sector más duro al permitirle afirmar que no hay posibilidad de hablar

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