INCONGRUENCIAS (Artículo que publico hoy en DEIA)

Según el diccionario de la Real Academia Española, incongruencia es falta de conveniencia, de coherencia, o de relación lógica. Cualquiera de las tres acepciones vienen bien a la hora de definir ciertos comportamientos, cada vez más numerosos, sociales, y lo que es peor aún políticos. Desde que Francis Fukujama escribió su ya famoso libro “El fin de la historia, y el último hombre” en el que sostenía que la progresión de la historia humana como una lucha entre ideologías estaba llegando a su fin, todos los pensadores de la derecha mundial, y como no podía ser menos de la de nuestro país, pero lamentablemente también la mayor parte de los de la izquierda, se empecinan en darle la razón. Lo que resulta mucho más preocupante es que no sólo ésta peligrosa (para los desfavorecidos) epidemia afecta a los pensadores y por tanto a la teoría, sino que progresivamente va impregnando a los políticos y como consecuencia a la práctica, al hacer cotidiano. Cada vez existe más confusión entre las teorías y las prácticas de la derecha y la izquierda que a menudo se confunden, y la incongruencia de que gentes de izquierdas defiendan postulados de derechas abunda en cualquier dirección en la que nos movamos. Pongamos algún ejemplo, el primero de ellos el escándalo del Ayuntamiento de Vic que ha llenado en los últimos días páginas de periódicos, aperturas de informativos de radio y televisión, así como tertulias y comentarios de todo tipo y color:

Que Josep Anglada y sus energúmenos del fascistoíde PxC-Plataforma por Cataluña hayan esgrimido argumentos racistas y xenófobos para intentar evitar el empadronamiento de ciudadanos de su pueblo (porque se trata de ciudadanos, no sólo de emigrantes) es preocupante, más aún por el incremento de apoyo a esas tesis que se palpa en la sociedad catalana, pero que estos argumentos se apoyen por activa o por pasiva, por acción u omisión por partidos de larga tradición democrática, incluso de izquierdas, es una inadmisible incongruencia.

Recordar que su Alcalde pertenece a Unión Democrática de Cataluña, un partido muy relacionado con la iglesia, miembro de la Democracia Cristiana Europea; y supongo que de acuerdo con sus idearios, defensor de los derechos humanos de las personas, porque los emigrantes que pretende excluir, ignorar, son personas. ¿O no señor Alcalde? Al hilo de esta militancia del señor Vila d´Abadal cabría preguntar a los obispos de la Iglesia española: ¿A este señor le van a retirar también el derecho que como cristiano tiene a comulgar? Porque no parece que lo que ha intentado hacer esté muy de acuerdo con sus principios básicos. Otra nueva incongruencia.

Pero a él y a sus cómplices, a los que como él han defendido en la derecha y en la izquierda esta aberración cabría preguntarles, partiendo de que seguro estarán manifestando su solidaridad incondicional con los damnificados de Haití: ¿empadronaría a los habitantes de Puerto Príncipe que llegaran aquí sin papeles huyendo de aquel infierno? ¿Los habría empadronado el día anterior al seísmo? O lo que es peor, les preguntaría: ¿qué diferencia hay entre los haitianos, y los senegaleses, congoleños, chinos, o jamaicanos, que huyendo de sus otros infiernos le solicitan un papel, para tener acceso a derechos básicos como la sanidad o la educación? Incongruencia añadida a la hipocresía, además de otros calificativos que tendría que ver con épocas que conocí muy de cerca, y que les acercan a todos ellos a los postulados del señor Anglada.

¿Todo eso por qué? ¿Sólo porque sus servicios de prospección electoral les dicen que la sociedad camina hacia esas demandas? Eso puede valer para una derecha oportunista y heredera del franquismo como la que sufrimos aquí, pero en ningún caso debería serlo para la izquierda, esa que plantea en sus principios ideológicos que no trabajamos sólo para interpretar la sociedad sino que lo hacemos para transformarla. Si la sociedad se dirige hacia planteamientos racistas y xenófobos no podemos, no debemos seguirla e intentar competir electoralmente con PxC, sino que debemos luchar por evitarlo aunque eso no sea electoralmente rentable. Es preferible perder las próximas elecciones antes de ser incongruentes, o lo que es peor, traidores a nuestros principios. Esta es una reflexión que no sólo debe hacer la izquierda catalana, sino que debe ampliarse a la de todo el estado.

Después de Vic descubrimos que Torrejón de Ardoz en la comunidad de Madrid, también estaba implicado en esta especie de genocidio social. Allí gobierna el PP, pero ahora vemos que se estaba produciendo un silencio cómplice de la izquierda que sólo ha reaccionado al calor de la batalla que ha producido el escándalo del ayuntamiento catalán. Incongruencia, de nuevo incongruencia.

Incongruencia también en la reacción que he habido ante el desatino ocurrido en la CEOE. Que su Presidente Gerardo Díaz Ferrán sea el causante del desaguisado producida con la quiebra de Air Comet del que era propietario, y que lo siga siendo en este momento es para record Guinness a la incongruencia. ¿Y con este elemento se piensa participar en el diálogo social, después de dejar a sus trabajadores en la calle, y a centenares de pasajeros sin llegar a su destino?

Incongruencia en la Iglesia española, con su posición reaccionaria frente derechos básicos como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, o en temas educativos, y más aún con la elección del nuevo obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla en contra del criterio de casi toda la iglesia guipuzcoana, desde los sacerdotes a los fieles. Con el agravante de que su entrada ha sido como la de un elefante en una cacharrería, provocando una polémica ilógica con sus primeras declaraciones sobre la catástrofe de Haití.

Dejo para el final el tema más polémico. Incongruencia en las reacciones que he generado el último comunicado de la banda terrorista ETA. Es cierto que desde el atentado de la T 4 su credibilidad (si es que tenía alguna) está bajo mínimos, también lo es que la izquierda abertzale sigue sin ser capaz de romper las cadenas que le inmovilizan que la estrangulan impidiendo su desarrollo político, pero no podemos obviar que en su seno se está produciendo un fuerte debate en el que los demócratas debemos incidir favoreciendo las tesis favorables al cese definitivo de la violencia. Eso sólo se producirá si destensamos de vez en cuando la cuerda, para evitar que se rompa. Los yankees son expertos en lo que denominan la política de “palo y zanahoria”. Sólo con el palo no se solucionan los conflictos, de acuerdo que se está demostrando la eficacia de la presión policial, judicial, y de colaboración internacional sobre los violentos y su entorno, pero también es necesario e inteligente dar una zanahoria de vez en cuando. Quizás ahora sea uno de ellos.

Incongruencias, demasiadas incongruencias, en un mundo donde cada vez es más difícil mantener la coherencia, la honestidad y la lealtad con las ideas, con los fundamentos ideológicos. Resulta caro, carísimo intentarlo, pero seguro que a la larga será rentable.

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