Reflexiones de un librepensador


Después de los últimos cónclaves socialistas, especialmente el pasado 38 Congreso del PSOE, he recuperado esta reflexión que hice hace varios años, entonces aún estaba afiliado el PSN-PSOE y todavía me quedaba alguna esperanza de cambio. Ahora observo expectante si realmente va a ser posible la militancia de un librepensador en un partido que intenta ser referente de toda la izquierda, de la mayoría social.

En aquella ocasión, en los últimos tiempos con más razón, me he preguntado cómo me definiría desde el punto de vista ideológico. ¿Socialista? ¿Socialista, ácrata? ¿Socialista, liberal? ¿Liberal de izquierdas? Pero he llegado a la conclusión de que en realidad me considero "librepensador", o aunque pueda ser una redundancia "librepensador de izquierdas". Entendiendo por librepensador la definición clásica de "persona que forma sus opiniones sobre la base de la razón. Independientemente de la tradición, la autoridad o de creencias establecidas o impuestas".

Además, y como agravante, me considero utópico, idealista. O mejor dicho: aquel que persigue la utopía, porque la utopía está en el horizonte: cuando yo camino dos pasos, ella se aleja dos pasos. Yo camino diez pasos, y ella esta diez pasos más lejos: ¿Para qué sirve pues la utopía? Sirve para eso, para caminar, para avanzar, para crecer intelectual y humanamente.

Por tanto a la vista de cómo está la militancia política en estos tiempos, resulta casi una contradicción definirse así y al mismo tiempo militar…, perdón, sería más adecuado decir estar afiliado a un partido. Aunque siguiendo el argumento de cómo están los mismos tampoco sería tan desafortunado emplear ese término.

Utilizando la lógica, la mayoría de los afiliados a partidos considerados de izquierdas deberíamos ser librepensadores y utópicos, pero me temo que eso no es así ya que la práctica de estos principios suele llevar inexorablemente a sanciones, marginación o la expulsión en más o menos tiempo. La disciplina en cualquier partido político que se precie está por encima de cualquier otra componente. Ya se sabe que la disciplina si hay algo que coarta es la libertad, también la de pensar, especialmente cuando el pensamiento se transforma en palabras o se pone negro sobre blanco.


Derivado de esas circunstancias se me puede preguntar: ¿Cómo se las apaña alguien para ser leal a su ideología librepensadora, y al mismo tiempo militar en un partido político de izquierdas? Buena pregunta y de difícil respuesta: Pues limitando su actividad librepensadora, o al menos dejándola en eso, en lo que piensa, y evitando en lo posible trasladarla a lo que se dice y mucho menos aún a lo que se escribe. En alguna ocasión ya he elucubrado sobre eso de la censura y autocensura. Porque quizás la respuesta más correcta sería: practicando la autocensura.

¿Eso supone una contradicción, o incluso una traición a sus ideas? Puede ser, pero al menos puede permitir la supervivencia en una actividad política que se desea mantener. Pero a medida que pasan los años uno se vuelve menos pragmático, y comienza a romper ataduras y compromisos, por lo que intenta llevar su ideología librepensadora a su máxima expresión. Pase lo que pase, y tenga las consecuencias que tenga.

Si aún estuviera afiliado al partido que cruel e injustamente me expulsó, al leer esto el Torquemada de turno se apresuraría a elaborar el correspondiente expediente disciplinario. Reconozco que desprecio profundamente a ese tipo de burócratas, lameculos, sin ninguna personalidad, mediocres, que lamentáblemente se desarrollan perfectamente en las obsoletas estructuras de los partidos, incapaces de adaptarse a las nuevos tiempos.

Siempre he defendido que en los partidos políticos a los librepensadores nos deberían cuidar como si de una especie en vías de extinción se tratara, porque la verdad es que quedar quedamos bastante pocos, pero me temo que no va por ahí la cosa. Sobre todo teniendo en cuenta la experiencia vivida con los numerosos "tirones de orejas" que tuve que sufrir hasta mi expulsión definitiva. Hubo un tiempo en el que me libré porque consideraban mis opiniones "cosas de Úriz", como si estuviera loco o algo así, lo cual no se si interpretarlo como un favor o como un insulto.

Esto no quiero que se interprete como una crítica al partido en el que estuve 20 años, el PSN, porque probablemente en cualquier otro habría pasado lo mismo. Mi crítica se dirige a todos, todos los partidos en general, y especialmente a los que se definen como progresistas o de izquierdas.

Aunque no nos confundamos, tampoco la sociedad actual tolera el librepensamiento. Bueno, cuando éste supone una crítica a los demás sí, pero si está dirigida a nosotros la cosa cambia. No hay nada más que ver, leer, las respuestas a algunos artículos. Como eso se suele transformar en epidemia, también algunos medios de comunicación se suman a la cruzada.

No vivimos una buena época para el librepensamiento. A pesar de ello habrá que aguantar. Intentaremos seguir los consejos de Bertolt Brecht: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".

Hay que seguir luchando, al menos para que alguien aguante el palo de la vela hasta que otros más jóvenes vengan a relevarnos, aunque a la vista de lo que viene detrás no me extrañaría que nos muramos de viejos sujetándola.

En fin, mi compañera en esta parte de la vida me dice que me estoy volviendo demasiado pesimista y crítico a la hora de valorar la sociedad actual. Será cosa de la edad, ya se sabe que algunos nos volvemos gruñones con los años.

Pero no quiero finalizar sin lanzar un grito bien alto.
¡Viva el librepensamiento! ¡Viva la utopía!

P. D.: Una frase, porque además de ser librepensador quisiera conseguir ser bueno, aunque a menudo cuando te definen como “es una buena persona”, casi suene a insulto: «Si tuviera que morir esta noche, quisiera tener la sensación de haber sido bueno. Cualquier tonto puede ser malo, pero la bondad precisa inteligencia».

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