Escándalo de los ERE: la izquierda en el precipicio

Una mañana fría de esta extraña y dura primavera. Extraña por lo meteorológico, dura por la situación política, económica, social. Reconozco que veces da miedo ver los periódicos, que por cierto es lo primero que hago al levantarme, miedo de seguir viendo malas noticias, dramas personales y lo peor: la corrupción y las corruptelas que rodean a la vida pública. Ahora le toca el turno al antiguo consejero de trabajo de la junta de Andalucía con el escándalo de los ERE´s, él y 50 más. La pregunta que lanzó en su alegato final: "¿qué podría hacer yo para evitar esto?” es para que se nos abran las carnes, al menos a las gentes que nos consideramos de izquierda, de una izquierda heredera de valores como la honestidad, la honradez, la coherencia, defensora de la justicia, la igualdad o la solidaridad. ¿Cómo es posible que en el seno de esa izquierda se puedan producir estos desvaríos? Porque este escándalo (no es el único) se ha producido en un gobierno de izquierdas: el del PSOE de Andalucía. Solo se pueden producir estas situaciones que nos ensucian a todas y todos si nuestros dirigentes lo han consentido, o al menos han mirado para otro lado en un momento dado.
Algo muy profundo debe cambiar en nuestra democracia, que se ha convertido lamentablemente en una partitocracia. Algo debe cambiar antes de que el tsunami social que se avecina no nos lleve también a nosotros por delante. No podemos, no debemos seguir así, nuestros líderes, que son los que tienen capacidad para corregirlo, deben “coger el toro por los cuernos” asumiendo su responsabilidad por activa o por pasiva, no permitiendo ni el más pequeño atisbo, no ya de corrupción o corruptela, ni siquiera de trato de favor, o de seguir convirtiendo nuestro PSOE en una oficina de colocación. Siempre he defendido y siempre que lo he intentado a través de enmiendas en los últimos 20 años he palmado, que el sistema de partidos (todavía del siglo XIX cuando ya estamos en el XXI) debe cambiar, especialmente la izquierda y más concretamente el PSOE. Cambio en los mecanismos externos e internos de control. Externos evitando que al alcanzar el poder éste se reparta no entre aquellos más válidos de entre nosotros, sino entre los más sumisos, los que originen menos problemas y laman el culo de manera más adecuada, aquellos que son capaces de no pensar y mucho menos expresarlo, con tal de seguir perviviendo en sus cargos. Aquellos que los líderes consideran de los “suyos, suyos” aunque en cualquier empresa privada no pasarían de botones. Aquellos que van saltando de uno a otro, dando igual el área que sea. ¿Os imagináis a mí de consejero de agricultura?, pues eso. Internamente con mecanismos que eviten la pervivencia eterna en los cargos, la acumulación, la falta de democracia. Límite de mandatos con máximos 2 en cualquier cargo, o sea que no valga estar dos en uno y luego saltar automáticamente a otro y así sucesivamente, que la política sea un viaje de ida y vuelto no solo de ida, incompatibilidad ABSOLUTA de cargos. ¿Cómo alguien que es alcalde y más en estos momentos, puede ser miembro de ejecutivas, de no sé cuantos organismos, etc? Elección de los cargos por sistemas democráticos al máximo, a la francesa en los externos, a través de la participación de todos las y los afiliados y simpatizantes en los internos, respeto, incluso fomento de las minorías, libertad máxima de expresión, etc.
Creo que algo huele a podrido en palacio y que solo evitaremos que esa corrupción acabe en una epidemia de peste que nos lleve a todas y todos si somos capaces de tomar decisiones drásticas, contundentes sobre este tema. Soy escéptico, muy escéptico a este respecto, pero al menos hoy aquí me he desahogado que es de los pocos derechos que aún me quedan.

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