PSOE: la hora de la verdad
Artículo publicado en DEIA el 27 Mayo 2013
“Vivimos malos tiempos
para la lírica”, es una frase que suele resonar a menudo en los últimos años a
la hora de analizar, de expresar metafóricamente hablando la situación
económica, social, política por la que estamos atravesando. Una frase que
intenta reflejar la profunda crisis, no solo económica, también, o quizás
especialmente, de valores, de principios en la que estamos inmersos.
El sistema del que nos
habíamos dotado en los últimos decenios se desmorona, un sistema que en lo
político se basaba en la primacía de los partidos que a través de la soberanía
popular expresada en las sucesivas elecciones dirigían, coordinaban las
diferentes instituciones: ayuntamientos, diputaciones, parlamentos autonómicos,
Congreso y Senado, incluso el poder judicial, dotándoles de un poder casi
absoluto.
La aparición en los
últimos años de numerosos casos de corrupción en las diferentes instituciones
en los que se han visto involucrados especialmente los partidos mayoritarios,
PP y PSOE, han conseguido el alejamiento y recelo de la ciudadanía que se
reflejan en las sucesivas encuestas del CIS, considerándoles uno de sus
problemas fundamentales.
Esa corrupción en sus
diferentes formas y procedimientos, crispa los ánimos de los ciudadanos, que
perciben en los partidos políticos una vocación enfermiza por ocupar parcelas
de poder, para utilizarlo en la búsqueda de un beneficio personal o colectivo
al margen de los intereses generales de la sociedad. Éstos se muestran como
estructuras de poder inaccesibles, como castas incontrolables, como máquinas de
influencia que tienen sus propios códigos de conducta, comunicación y pacto,
que engañan y ocultan la realidad con el único fin de mantenerse en el poder al
precio que sea.
Esta situación abre una
serie de interrogantes que conviene contestar y corregir antes de que la
ciudadanía vuelva su vista hacia alternativas menos deseables y peligrosas:
¿Podemos afirmar que la estructura interna de los partidos políticos en España
y su funcionamiento son democráticos como establece el referido texto
fundamental? ¿Podemos sostener que la transparencia en su gestión y el control
interno de sus representantes en las instituciones resulta satisfactorio,
eficaz y suficiente? ¿De verdad que nuestros partidos "son instrumento
fundamental para la participación política"?
Pocos ciudadanos
contestarán afirmativamente a estas elementales preguntas lo que debiera
preocupar y mucho a sus dirigentes. Especialmente a la izquierda y más
concretamente a un PSOE cada vez más a la baja y que en los próximos meses se
va a introducir en un periodo convulso que debiera acabar con un nuevo
liderazgo y una transformación profunda de sus estructuras internas, adaptándolas
a las demandas sociales.
Es un momento en el que
surgen nombres para suceder a un Alfredo Pérez Rubalcaba absolutamente
amortizado: Eduardo Madina, Patxi López, Carme Chacón, incluso uno de los pocos
valores que en su seno aún conserva prestigio social: Odón Elorza. Los tres
primero considerados como integrantes de las estructuras de poder actuales y
pasadas y solo el último con un historial alejado de ellas, tres ortodoxos y
solo un heterodoxo.
Pero se volverá a
cometer el mismo error del pasado reciente si ese debate se establece solo en
términos de nombres, porque lo que realmente está demandando la ciudadanía al
responder afirmativamente a las tres preguntas anteriores es un cambio
estratégico en sus estructuras internas, una especie de refundación ordenada
del PSOE.
Solo tendrá eco social
aquel de entre los que se postulen que recoja el guante lanzado sobre este tema
y tendrá alguna posibilidad de liderar el futuro de nuestro país con garantía
de éxito. Solo aquel que favorezca el pluralismo político e ideológico, que
potencie los hábitos
democráticos rompiendo con la falacia de que cualquier debate ideológico
interno implica inestabilidad y que tal situación "es castigada por los
electores o que cualquier crítica o disidencia hacia la cúpula del partido se
presenta como una "deslealtad".
Aquel que no defienda
que "Los trapos sucios se lavan en casa, en el interior”. Porque el primer
compromiso que tienen los responsables políticos es con los ciudadanos y no
cumplen con su obligación si ocultan su opinión sobre asuntos públicos o
conductas irregulares "para proteger al partido". Tal comportamiento
tiene que ver más con residuos del estalinismo que con la vida democrática en
una sociedad plural.
Solo aquel que elimine
el sistema piramidal y oligárquico actual que se mantiene verticalmente y que
reproduce otras cúpulas pequeñas, u oligarquías locales y regionales, que le
deben su poder al vértice del partido y dependen de una complicidad política
mutua. Ese sistema en el que la aparición del nepotismo y de las redes
clientelares internas y externas del partido constituyen un auténtico
"aparato de poder" que resulta imbatible.
Por eso es fundamental
que la elección del futuro líder no sea a través de unas primarias “trucadas”
solo con la participación de los afiliados, sino a la francesa abierta al resto
de la sociedad. También en este tema se deberán manifestar cada uno de los
candidatos.
Comienza pues un
momento apasionante y decisivo no solo para el futuro del PSOE, sino también
para el de la izquierda.
En un momento de
desencanto y desidia, donde los ciudadanos dan la espalda a los partidos
políticos y la izquierda se encuentra derrotada, a la deriva, en debandada,
sería vital que ese nuevo líder además de aceptar los principios antes
enunciados se mostrara favorable al reencuentro de las diferentes izquierdas
reconduciendo al PSOE por la senda abandonada de la propia izquierda, al
reconocimiento de la pluralidad de nuestro país, incluyendo el derecho a
decidir de sus diferentes nacionalidades, que fuera capaz de confrontarse con
valentía a los poderes fácticos, financieros, económicos, religiosos, que
escapara el control de ciertos medios de comunicación siendo absolutamente
independiente, que apostara con valentía y generosidad por consolidar
definitivamente la paz.
Alguien diferente a lo
que conocemos, que fuera capaz de hacer recuperar la confianza y la ilusión a
su base social. Valiente, libre, audaz incluso, heterodoxo, imaginativo,
demócrata hasta sus últimas consecuencias, capaz de consensuar, de buscar
puntos de encuentro, de síntesis.
De entre los postulados
hasta el momento solo uno de ellos ha defendido estas ideas en el pasado y en
el presente: Odón Elorza, sería pues el más conveniente pero también el que a
priori tiene menos posibilidades por no tener ningún acceso al aparato del
partido y ser visto con recelo e incluso con animadversión por la mayor parte
de quienes ahora lo conforman. Potenciador del “Foro ético” nutrido con los
sectores más a la izquierda del socialismo que ha plasmado negro sobre blanco
estas y otras cuestiones, solo tendría alguna posibilidad de triunfar con una
elección a la “francesa”. Quizás pueda ser el Francois Hollande que
necesitamos.
Veremos qué
acontecimientos se van dando, pero lo que sí resulta evidente es que el PSOE en
particular y la izquierda en general se encuentran en estos momentos en la hora
de la verdad. O se adapta a las demandas sociales o tiene muchas posibilidades
de desaparecer.
Comentarios
Publicar un comentario