Ante la crisis: un Juicio de Núremberg II?


Artículo aparecido en Publicoscopia el 28 octubre 2014

Desde que se inició esta crisis han surgido dudas sobre sus orígenes y especialmente sobre los responsables de la misma. Se sabía que había un sector económico-financiero muy ligado a intereses espurios,  enriqueciéndose de manera salvaje con la complicidad de políticos, especialmente de la derecha y la cobardía mirando para otro lado de algunos de la izquierda. Parecía así que estaba controlada, o sea que una vez conseguidos sus objetivos, que además de los puramente economicistas también estaba en sus planes el desmantelamiento del Estado del Bienestar y la reducción a la nada de los derechos conquistados por la clase trabajadora en los últimos 150 años, frenarían su despiadado ataque.

Se podía pensar que una vez conseguidos esos propósitos vendría un panorama más relajado, subida de la bolsa, bajada de la prima de riesgo, control de los mercados, incremento del empleo, final de la crisis. Pero la sorpresa es que no ha sido así, todo parece seguir igual sin ver el final del túnel.

La pregunta que surge es: ¿Cómo es posible que si sus intereses se han ido cumpliendo, no sean capaces de controlar la situación? Porque esa es la clave, entender que la solución la tenían controlada, para su propio beneficio, pero controlada y ante eso se les podía combatir, luchar para cambiar el sentido de la marcha. Lo más terrible, lo más preocupante es que descubrimos horrorizados que ellos tampoco saben cómo resolver el entuerto en el que nos han metido a todos, que son incapaces, incluso con sus medidas, con sus recetas, de sanar al paciente. Que el paciente no sana, porque ni siquiera son médicos quienes le están tratando.

Ante eso, ante esa evidencia, nosotros, las izquierdas, deberíamos cambiar nuestra táctica y nuestra estrategia, adaptarla a esta realidad. No solo combatirles, sino debemos  imponer nuestras recetas, nuestras soluciones, pero antes lógicamente debemos tenerlas, teorizar, estrujar a nuestros ideólogos para buscarlas, para encontrarlas en un momento en que esas izquierdas parece que ni están ni se les espera.
Quizás uno de los elementos más importantes que a menudo ignoramos es que la derecha, esa que ahora campa a sus anchas por nuestro país y por Europa, nos ha ganando una de las batallas fundamentales: la del lenguaje.


Ahora los responsables, los culpables, ya no son solamente los clásicos, la burguesía, la aristocracia, los capitalistas, los banqueros o los grandes empresarios, ahora esa responsabilidad la comparten con entes abstractos, sin cara, sin nombre ni apellidos, como los “mercados”, la “prima de riesgo” o las “Agencias de calificación”. Pero no solo en el fondo nos engañan con el lenguaje, también en la forma al llamar “ajustes” lo que son recortes puros y duros, o final de la crisis cuando conectamos con una nueva.
Rascando en la maraña que las envuelven descubrimos que unas, pocas, empresas multinacionales controlan ahora un mercado globalizado, al mismo tiempo que un pequeño grupo de magnates dominan también las grandes compañías financieras igualmente culpables de esta crisis. 

Existe ahora, como nunca antes había ocurrido, una inmensa acumulación de poder económico y financiero en una pequeña minoría selecta, en una élite que además tiene una extraordinaria capacidad de influencia política así como un incontrolado poder de las fuentes de comunicación social que pueden cambiar los sistemas de información, moldeando mentes, hábitos, creencias, los prejuicios e incluso los valores. ¿O es que creemos que es casual el auge y promoción de lo que denominan “programas de entretenimiento”, cuya palma se la lleva Tele 5, en televisiones, radios y periódicos? Está todo perfectamente planificado.

Con esos mecanismos primero nos prepararon denunciando lo despilfarradores que fuimos hasta el 2008, que vivíamos por encima de nuestras posibilidades, después una campaña de lavado de cerebro al más clásico estilo de los nazis de Goebbels nos impusieron que la culpa era de la deuda privada que arrastraba a la pública, que los entes municipales habían creado más servicios de los que podían pagar, o que el Estado del Bienestar creado después de decenas de años de lucha y esfuerzo era el culpable de la mayor parte de nuestros males. 

En una sociedad fácilmente influenciables, con prácticamente todos los medios de comunicación, de propaganda en manos de los más perversos y poderosos es muy fácil dar la vuelta a la realidad y crear complejos de culpa a las víctimas mientras los culpables se benefician de sus maldades. ¿Una nueva versión del nazismo? Aún no asesinan judíos (o quizás habría que entrecomillar esta palabra) pero hay muchas maneras de asesinar y algunas tan sofisticadas como éstas. ¿Cuántas muertes, cuántos suicidios, cuántas enfermedades ha ocasionado la crisis?

Pero lo más perverso es que son ellos, sus causantes, los que se encargan de buscar soluciones para salir de ella que lógicamente van en la dirección de que paguen unas víctimas previamente condicionadas. Es lo que denominan medidas de ajuste, o sea recortes en todos los aspectos del Estado de Bienestar, incuso la eliminación de derechos que los trabajadores hemos ido conquistando en decenios de lucha. Recortes en sanidad, educación, servicios sociales, jornadas laborales, condiciones para el despido, aumento de impuestos, congelación del salario mínimo, disminución del poder adquisitivo de las pensiones, medidas restrictivas sobre el cobro del subsidio de desempleo……

Medidas que en realidad suponen: ¡el asesinato del Estado de Bienestar!
Un asesinato, un crimen que debiera ser un gravísimo delito ya que afecta a millones de personas. Una especie de genocidio que está sumiendo en la desesperación a la mayor parte de la humanidad. 

Hasta ahora pensábamos que el fin del mundo, de nuestro mundo podía venir por una guerra nuclear, por catástrofes naturales, o por peligros venidos más allá de nuestro planeta (asteroides chocando, alienígenas invasores), pero lo que ni las mentes más imaginativas y futuristas preveían era que el mayor peligro venía de una minoría deshumanizada, voraz, ambiciosa hasta el límite, que con tal de seguir enriqueciéndose, de seguir dominando, es capaz de arrasar con todo lo que se les pone delante.

Es posible que lo que ocurra realmente sea el final de una época, pero también que la próxima sea mejor. Que quizás haya un momento en el que el borreguismo existente, la sociedad de zombis en la que nos hemos convertido, dominada, abducida, desmoralizada, dé un fuerte golpe en la mesa y una novedosa revolución se levante, especialmente en Europa arrastrando tras de sí al resto de la humanidad. Quizás el silencio actual de los indignados se parezca al que se produce antes de un gran tsunami que se pueda llevar por delante a todos los canallas que nos han llevado a esta dramática situación. Después de esa revolución democrática, novedosa y pacífica deberemos rehacer, curar ese Estado del Bienestar ahora malherido, recuperando todos los derechos perdidos.

Probablemente habrá que impulsar después un nuevo Juicio de Núremberg II sentando en el banquillo para ser juzgados a todos y todas aquellos responsables de los “mercados”, de las “agencias de calificación”, de grandes bancos y lobbies, también a sus cómplices, en los medios de comunicación especialmente, incluso los colaboracionistas de la izquierda, sindicalistas, políticos traidores que han vendido a su propia clase y también a los cobardes que nos abandonaron a nuestra suerte. A la trama Gürtel, Caso Bárcenas, Blesa, Pujol, diferentes operaciones en Madrid, Valencia, Catalunya, Andalucía y la última gota, la denominada Operación Púnica. No habrá condenas a muerte, pero sí cárcel, expropiación de sus bienes devueltos a sus verdaderos dueños, y escarnio público para que paguen con su vergüenza el inmenso daño producido.

Para conseguirlo quizás haya que volver a leer a los clásicos, de Keynes a Marx, y acumular fuerzas olvidando viejas cuitas entre las izquierdas, todas las izquierdas, incluidas las nacionalistas (los debates de este tipo también estén lanzados artificialmente para fomentar nuestra división). Un nuevo Frente Popular que le dé la vuelta a la terrible situación actual, con la suma de todas y todos buscando la síntesis y el entendimiento, los puntos comunes, olvidando a medio plazo nuestras diferencias. Ése puede ser el futuro, ése debe ser el futuro.

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN, actual militante del PSC, corriente Izquierda Socialista)
Villava-Atarrabia 26 Octubre 2014


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