¿Por qué asistí a ese homenaje?
El pasado sábado asistí
al homenaje que el Gobierno de Navarra, junto con el Parlamento de Navarra y la
Federación Navarra de Municipios y Concejos, hizo a las víctimas por actos de
motivación política provocados por grupos de extrema derecha o funcionarios
públicos.
O quizás mejor sería
decir que fue un acto de reconocimiento y reparación. Reconocimiento de que
también son víctima y reparación debido a los años que han pasado sin haberles
tenido en cuenta.
Allí en representación
de ese colectivo de víctimas intervinieron el hermano de Germán Rodríguez
muerto en los aciagos incidentes de los San Fermines de 1978, miembro de LKI, o
sea trotskista, la hermana de Mikel Zabalza y el hermano del desaparecido José
Miguel Etxeberría. Ninguno de ellos miembro de ETA reconocido, o sea confirmado
y comprobado, aunque los dos últimos con fuertes lazos de conexión.
En ese acto volví a
reflexionar sobre mi papel allí como doble víctima, por un lado de la policía
franquista en mis detenciones en Madrid de 1969 y 1970 militando en el PCE y
CC.OO. y también de ETA y su mundo durante mi militancia en el PSOE en Navarra.
¿Qué hacía pues un
chico como yo en un lugar como ese? Pues los mismo que en los diferentes
homenajes a las víctimas de ETA en los que he intervenido, especialmente en los
de mis compañeros Juan Mari Jáuregui y Ernest Lluch. Exactamente lo mismo.
Porque todos los
discursos que allí escuché, al menos los que entendí por hacerlos en
castellano, valían para todas, todas, las víctimas. Todos hacían referencias a
los mismos derechos, a las mismas denuncias y condenas.
La violencia venga de
donde venga es reprobable, condenable, incluso diría que mucho más si viene de
los funcionarios públicos cuya misión es proteger los derechos humanos, esos
que en algunos casos han cercenado.
ETA fue una banda
criminal que asesinó a centenares de personas, que amedrentó a miles, que
extorsionó, amenazó, que no respetó esos derechos humanos y por lo tanto merece
nuestro rechazo, nuestro desprecio. Pero también quienes desde la otra orilla
hicieron exactamente lo mismo, de paisano o de uniforme; estos también merecen
nuestra repudia y condena.
Estuve allí como doble
víctima y también solidario con el sufrimiento producido en ambas orillas de lo
que fue un río de aguas turbulentas.
Reconozco que me faltó
algo, quizás lo vi demasiado escorado hacia un lado, hacia una de esas orillas,
porque también fueron de este tipo de víctimas gentes del PCE, de CC.OO, de
ORT….Quizás una representación de ellos habría cumplido más el objetivo de ese
acto.
Me hacía preguntas
mientras escuchaba desgranar las diferentes intervenciones. ¿Era yo víctima si
mis torturas fueron realizadas durante el franquismo en Madrid y como miembro
del PCE y CC.OO.? ¿Lo era también por los 11 años de acoso que sufrí por parte
de ETA y su entorno? ¿O por el contrario al tener estas peculiaridades quedaba
excluido de ambos reconocimientos?
¿Mi equidistancia me situaba
desde ambos bandos, en especial desde los más sectarios, como “tonto útil” o
incluso como traidor? En un mundo donde
lo que prevalece es los “tuyos, tuyos” intentar ser equidistante o imparcial
genera desconfianzas, quizás derivadas de las envidias de quienes no pueden
serlo.
Preguntas de compleja
respuesta, pero que dan pie a una reflexión más profunda. Creo que ha llegado
el momento, después de cinco años del final de la violencia de ETA y su
práctica desaparición, de no hacer distinciones, especialmente entre víctimas.
Una de las acepciones
de la palabra “víctima” que contempla el RAE es “persona que sufre las
consecuencias de un delito”. Cuestión que se puede y se debe aplicar a ambos
colectivos. ¿No es igual de víctima Lluch que Germán? ¿No lo es de la misma
manera Miguel Ángel Blanco o Mikel Zabalza? ¿Merecían ellos la muerte? No, por
supuesto que no la merecían y por lo tanto todos ellos, como el título del acto
del sábado, merecen nuestro reconocimiento y reparación, ellos y sus
familiares.
Debemos trabajar, al
menos quienes llevamos más de 30 años construyendo puentes, para que llegue un
día en el que no existan diferencias, en el que podamos hacer un acto común
para todos ellos, en el que nos podamos reconciliar, “ver el sufrimiento de
otro” de manera definitiva.
Sí, estuve el sábado en
ese acto, estuve desde mi condición de víctima y también desde mi condición de
solidario con cualquier tipo de sufrimiento, venga de donde venga y lo haya
infringido uno u otro. Me emocioné, me impliqué, y lo hice sin olvidarme de las
otras víctimas ni un solo instante.
Creo en la convivencia,
en la reconciliación, en la justicia, en la memoria. Por eso estuve, por eso
estaré.
Fdo.: José Luis Úriz
Iglesias (Afiliado al PSC viviendo en Navarra)
Villava-Atarrabia 20
Febrero 2017
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