El CETA: ¿sí o no?
La decisión del nuevo PSOE de Pedro Sánchez de no apoyar el
tratado comercial de la Unión Europea con Canadá (CETA, por sus siglas en
inglés) ha sacudido al ya de por sí convulso partido socialista español, pero
al mismo tiempo ha abierto de nuevo el debate ante este polémico acuerdo.
Una decisión que la Ejecutiva federal ha decidido sea la de
abstenerse el próximo jueves en la votación definitiva en el Congreso. Realmente
no se entiende muy bien que si se está en contra, e incluso si existen serias
dudas sobre su bondad, se decida por la abstención cuando lo lógico sería votar
en contra.
El cambio radical y repentino que ha dado esta semana la
dirección del PSOE en su posición respecto al CETA —un acuerdo de 1.598 páginas
negociado a varias bandas— reúne todos los elementos para entender su nueva
estrategia. La globalización es un fracaso que ha generado desigualdades y ha
concentrado la riqueza en apenas ocho manos, se plantea desde sectores
influyentes de su actual dirección. Y sentencian: "Las cosas se han hecho
mal. Es un signo de coherencia, porque estamos volviendo a los principios de la
socialdemocracia. Debemos señalar la diferencia de este nuevo PSOE respecto al
anterior”.
Es cierto que tiene elementos positivos. Se ha aceptado un
Tribunal Público de Inversiones que supere el arbitraje privado; se ha obligado
a Canadá a ratificar convenios de la Organización Internacional del Trabajo; se
ha reforzado la competencia exclusiva de los Estados de regular en exclusiva
sus servicios públicos. Pero sigue habiendo, además de estas luces que le diferencia
del TTIP, el mismo acuerdo con EE.UU. que Trump ha parado en seco, profundas y
graves sombras.
Quizás sea cierto como defienden algunos que Canadá nos de
mil vueltas en materia laboral o medioambiental y que es una decisión
geopolítica: Europa y Canadá de la mano para hacer frente a los avances
populistas hacia la desregulación que encabeza un personaje como el presidente
de EE UU, Donald Trump.
Nadie puede parar la globalización, pero sí regularla dicen igualmente
sus defensores. Y es bueno que Europa lo haga con una sola voz. ¿O acaso no es
mejor eso que acuerdos bilaterales de Canadá con cada país europeo para que
luego se hagan entre ellos dumping social?"
defienden con vehemencia estos defensores.
Pero por el contrario los detractores hablan de la posible
pérdida de 200.000 puestos de trabajo por culpa del tratado, del escaso peso
que le dedica a las cuestiones medioambientales, o de las dudas jurídicas que
algunos expertos siguen viendo en su redactado, comenzando por el secretismo
que le ha rodeado.
Por otro lado, de nada serviría tumbar el TTIP si el CETA
saliera adelante. Primero, porque llevaría exactamente a lo mismo que el TTIP:
una bajada generalizada de los estándares europeos, con la consiguiente
disminución de protección laboral, social, ambiental o cultural.
Por ejemplo, además de facilitar la exportación de
transgénicos, el CETA traería consigo una mayor duración en las patentes de las
farmacéuticas, aumentando el precio de
los medicamentos y perjudicando así a las personas más desfavorecidas. Además
las multinacionales estadounidenses utilizarían el CETA a través de sus
filiales canadienses para tener acceso al mercado europeo. El CETA sería por
tanto el caballo de Troya de un TTIP fallido.
Hay más. El CETA también
atenta contra los derechos laborales y los servicios públicos. El derecho de
sindicación y de negociación colectiva no vienen recogidos en el Tratado. Tampoco va acorde con la lucha contra el cambio
climático. Al incentivar el transporte transatlántico, la comercialización del
petróleo más sucio, el fracking, o de las arenas bituminosas,
frenar la producción de energía limpia local y por ende aumentar las emisiones
de CO2, se traduce en un flagrante incumplimiento del acuerdo climático
internacional de París, que ya el mismo Trump ha atacado.
Uno de los problemas fundamentales que nos encontramos ante
la firma de este tratado, es la falta de labor pedagógica realizada por el
gobierno y el silencio cómplice de una parte de la oposición. Por eso la
polémica creada por el cambio de actitud del PSOE puede beneficiar a que este
debate llegue a la sociedad, creando en la misma un espíritu crítico del que ha
carecido hasta ahora.
El CETA afecta a la ciudadanía que tiene derecho a conocer
los elementos positivos que sin duda tiene y los negativos que también, probablemente
con un peso mucho mayor.
Bienvenida la polémica que nos trae el PSOE, porque así
aunque no podamos cambiar la decisión al menos podremos intentar influir sobre
ella, o al menos quejarnos y castigar con el no voto a quienes lo apoyen.
Veremos……….
Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal
del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 25 Junio 2017
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