Hipocresía ante el terrorismo yihadista

Artículo publicado en DEIA el 12 Junio 2017

Un nuevo escalofrío ha recorrido el espinazo de la vieja Europa el pasado sábado 6 de Junio, justo después de la final de la Champions y en plena euforia de la hinchada madridista.

Esa es una de las contradicciones de este mundo cruel, que sigue girando a pesar de los terribles acontecimientos, de los asesinatos, porque a nadie se le ocurrió suspender las celebraciones de la duodécima copa del Real Madrid para solidarizarse con las víctimas de Londres. Nadie transformó la inmensa alegría de ser campeón de Europa, para intentar sentir un poco del dolor de las víctimas y familiares, de una tragedia ocurrida apenas a unos kilómetros de allí.

Poniendo de manifiesto uno de los dramas de nuestros tiempos, que a casi nadie le importa un carajo el dolor ajeno. Que vivimos en una sociedad hipócrita sin capacidad de empatizar, que las lágrimas de cocodrilo se imponen al sentimiento real y sincero.

¿Cuántos de los que ahora lloran esas víctimas en las redes sociales, o en los comentarios de bar, peluquería, o carnicería, se sintió implicado, a los pocos minutos de que Sergio Ramos levantara la orejera en Glasgow, con lo ocurrido en la capital del reino? ¿Hubo realmente alguno que lo sintiera sinceramente? ¿O somos todos realmente unos hipócritas?

Es cierto que el terrorismo islamista indiscriminado es brutal, abominable y condenable. Eso de socializar el dolor lo conocemos muy bien por aquí, especialmente en la época más brutal y sanguinaria de ETA. Pero también en esta ocasión esa misma socialización del dolor produce sufrimiento en ambas orillas.

Esa hipocresía de la sociedad acalla de la misma manera las voces que al igual que condenan esta barbaridad, que abominan de ese terrorismo salvaje, lo hacen con los bombardeos indiscriminado en Siria o Afganistán y con las miles de víctimas que yacen en el fondo de un mar Mediterráneo convertido en una inmensa fosa común, de seres inocentes que huyen de una guerra provocada por una panda de criminales irresponsables. Esos que luego dirigen los coros de plañideras serviles en ocasiones como esta.

Uno de los pocos terroristas detenidos vivos, porque las diferentes policías disparan primero y preguntan después, cuando el trabajo bien hecho sería detenerles con vida para obtener la mayor dosis de información, declaraba haberse hecho yihadista viendo en los informativos de televisión los niños, niñas y mujeres muertos (¿o debemos decir asesinados también?) en las ciudades de Siria, como consecuencia de las miles de bombas que se les vienen encima, lanzadas por los ejércitos de Assad, Rusia, Francia, o EE.UU.

Esa población civil inocente, al igual que la de Paris, Bruselas, Manchester, Londres, o anteriormente Madrid, también sufre las consecuencias de esa brutal guerra. Lo sufren allí y lo sufrimos aquí, porque sus jóvenes de manera cruel y criminal sí, intentan hacernos pagar lo que nuestros mayores les hacen a los suyos. Quizás a los analistas sesudos que buscan razones para este criminal yihadismo les falte tener en cuenta este hecho.

Esto no tiene solución. Mientras desde las televisiones occidentales vomiten imágenes en los telediarios de aquella brutalidad, tendremos aquí la suya. Mientras existan jóvenes dispuestos a morir matando para vengar a los suyos, esa socialización del sufrimiento la pagarán nuestras gentes.

Sólo parando aquello se parará esto, porque la ley del Talión, el “ojo por ojo y diente por diente” nos está llevando a esta escalada de violencia. Si contestamos su brutalidad con la nuestra, si a los muertos de Manchester y Londres le añadimos los de Aleppo, o Raqqah jamás pararemos esta espiral.

Esa política de endurecer las leyes, incluso como ha asegurado la propia primer ministro británica eliminando el respeto a los derechos humanos, no soluciona el problema, probablemente sólo nos haga dirigirnos peligrosamente hacia situaciones pre fascistas.
Que ante los errores evidentes de seguridad cometidos por Scoland Yard, sólo se les ocurra incrementar el número de vigilados, aumentando a los miles y miles que ya existen un puñado más, para acabar por este camino en añadir a todo aquel que se sospeche es musulmán resulta muy peligroso.

Porque ese Estado paranoico lleva a romper la regla básica de la democracia que señala “todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario” sustituyéndola por “todos los musulmanes son culpables hasta que demuestren lo contrario”.

Algo positivo ha tenido el atentado de Londres, que para quienes no le conocieran (algunos llevamos ya tiempo confiando en él) ha surgido una figura política potente, especialmente ante tanta mediocridad existente en el tiempo actual en el Reino Unido. El alcalde de Londres Sadiq Khan, un musulmán equilibrado, sensato y valiente que se mostró desde el primer momento a favor del aborto y de los plenos derechos de la mujer y que ha suscitado la ira del patán americano.

Que justo después de la tragedia fuera objeto de los dardos de un infantil Donald Trump a través de su twitter, más ese desprecio silencioso que tuvo como respuesta, le ha granjeado la simpatía de medio mundo. Un valiente a diferencia de una Theresa May rendida ante el energúmeno de Washington. Aún resuenan sus palabras ante su visita al Reino Unido: “No creo que debamos extenderle la alfombra roja al presidente de Estados Unidos, cuando sus políticas van en contra de todo lo que defendemos”, declaró con valentía Khan, ante la actitud condescendiente de May.

Una Theresa May que ha pagado cara su prepotencia al convocar unas elecciones para arrasar, encontrándose con un resultado adverso y un renacer del laborismo, permitiendo a su líder Corbyn “salir vivo” de la cita electoral, cuando hace apenas unas semanas parecía un cadáver político. Corbyn, Melenchon y Sánchez más Costa en Portugal, auguran un renacer de la izquierda cuando casi todos la daban por desaparecida.

De las previsiones de hace un mes a los resultados reales existe un abismo, de la holgada mayoría absoluta que pretendía incrementar ha pasado a una mayoría relativa. Unos resultados que auguran a una May precipitada a ese abismo, en un acto de inmolación por sus compañeros de partido. Esta imprevista nueva situación abre un horizonte de esperanza a Europa y pone en cuestión al manido Brexit.

Como síntesis final señalar que desde la condena más contundente del atentado del sábado en Londres debemos hacer un llamamiento a la cordura, a la sensatez de los que pueden parar esto para que lo hagan. A quienes tienen capacidad de presionarles desde instituciones, grupos sociales, políticos, económicos e incluso religiosos para que empujen en esa dirección.

Sólo actuando en el origen del conflicto, acabando con una guerra estéril, evitando el horror, como señalaba Conrad en “El corazón de las tinieblas” en boca del coronel Kurtz, conseguiremos evitar el odio de esos jóvenes suicidas. El odio no se combate con más odio. Tampoco convirtiendo Occidente en una fortaleza inexpugnable y protegida, a costa de no respetar los derechos humanos que en los últimos años ha sido su bandera más preciada, porque siempre habrá alguien dispuesto a inmolarse por Alá.

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)

Villava-Atarrabia 9 Junio 2017



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