La manifestación
El pasado domingo una
multitudinaria manifestación ha recorrido de nuevo las calles de Barcelona.
Esta vez no eran las huestes independentistas,
la mayoría de la población según los convocantes, quienes jaleaban gritos
sobre la secesión, han sido sus contrincantes, igualmente mayoritarios según
los otros convocantes, los que han gritado justo en sentido opuesto.
En ambos casos dos
elementos comunes, somos la mayoría y defendemos la democracia. ¿Eso es
posible? ¿Puede haber dos mayorías contrapuestas que defienden de manera tan
radical ese manido concepto de democracia? Probablemente no, pero en este
diálogo de sordos en el que estamos instalados todo es posible, aunque existen
dudas que todo esté dentro de las normas básicas de la ética y la realidad.
En ambas la simbología
ha sido muy diferente, en la primera mayoría absoluta de esteladas de
diferentes tipos, en la segunda de españolas salpicadas de senyeras, que cabe
recordar que mientras no se cambie (y podían haberlo hecho) es la bandera
oficial de Catalunya.
Independencia,
democracia, España, Catalunya, llamamientos a la sedición, o a meter en la
cárcel a Puigdemont y dentro del ambiente festivo crispación, espíritu de
revancha y confrontación.
Manos mal que entre
ambas otras en diferentes ciudades de España, incluida la propia Barcelona, con
el blanco como único símbolo reclamaban hablar, parlem, dialogar, negociar
huyendo de los sectarismos y la radicalidad.
¿Dónde está la mayoría
silenciosa catalana pues? Probablemente durante las algaradas de estos días en
su casa, o en la playa, paseando, comprando, o viendo Sálvame y en la del
domingo exactamente igual.
Quizás esa mayoría
silenciosa esté esperando sabiamente a poder expresarse como se suele hacer
mayoritariamente en democracia, votando en unas elecciones legales y
reglamentadas, o posteriormente en un referéndum legalizado y legitimado, que deje
claro de una vez por todas que quieren seguir con el estatus actual, pero
actualizado y modernizado.
Probablemente esta
historia truculenta acabe así, con Puigdemont cediendo a las presiones más
poderosas, que no son ni la policía, ni los jueces, ni Rajoy y su gobierno,
sino el poderoso poder económico y financiero catalán, desde la banca a las
grandes empresas, que el sábado le pusieron las pilas en una tensa reunión con
el Círculo de Economía de Catalunya.
Si cede de manera
automática perderá el apoyo de una CUP totalmente echada al monte y no tendrá
más remedio que convocar elecciones anticipadas, que es precisamente lo que más
temen los independentistas, al menos los pocos que aún quedan que no estén
entregados con armas y bagajes a los extremistas anti sistema.
Porque estos, los anti
sistema, no lo son solo contra el español, también contra el catalán como
demostró su declaración extemporánea llamando al boicot al Banco Sabadell y el
resto de las empresa que se marcharan de Catalunya. A este paso ya no podrán ir
ni en coches SEAT y no sé si acabarán yendo en patinetes construidos en el alto
Ampurdán, si es que queda alguna empresa que los construya allí.
Unas elecciones
anticipadas después de la que ha caído pueden tener un resultado imprevisible,
aunque el olfato dice que si quienes manejan las últimas y más actuales
encuestas, las tienen más miedo que a un nublado, lo más probable es que pueda
darse la vuelta a la tortilla y su exigua mayoría se acabe convirtiendo en
minoría.
Pero volviendo a la
manifestación lo mejor fueron los dos discursos finales, el de Vargas Llosa más
académico, con ribetes culturales, incluyendo la cita a la dictadura franquista
que produjo algún movimiento en el escenario y el de Borrell más político, de
estadista. Eso a pesar de la polémica abierta en la izquierda, sobre la
oportunidad de que los miembros del PSC acudieran a dicha manifestación.
Escuchar a Borrell fue
una bocanada de sensatez y coherencia, dijo lo que, esta vez sí, la inmensa
mayoría de la ciudadanía catalana quería escuchar. Palabras como convivencia,
pluralismo, diálogo, acuerdo atronaron en la Plaza de Francia como un revulsivo
político y social.
“Esto no lo arreglaremos tomando
decisiones unilaterales, no es un problema solamente de orden público",
dice Borrell. Y se dirigió a Junqueras para que deje de "engañar" a
los catalanes. "Lo que usted defiende es lo contrario al ideal europeo,
que es la ley y la solidaridad".
"La convivencia está rota en este
país. Tenemos que rehacer esta convivencia y defender el pluralismo político".
"Los no nacionalistas somos tan ciudadanos de Cataluña como ellos"
Hubo también un duro reproche al poder
económico catalán al que criticó sus "prisas"
por marcharse ahora. "¿No lo podían decir antes?". "Los que
ahora se están marchando deberían haber dicho antes que lo harían, porque de
haberlo dicho quizás no estaría ocurriendo".
Gritos de Borrell President sonaron como
una llamada a una de las pocas personas, que podría llegar a ese cargo con un
mínimo de garantías para sacar a Catalunya del atolladero actual.
¿Qué habrá pasado en el instante en que
sean leídas estas líneas? ¿Habrá sido capaz Puigdemont de aplicar la DUI en el
pleno de hoy? Es impredecible, aunque quizás alguien haya sido capaz de
recuperar el Seny de sus ancestros y aporte al final algo de luz en este oscuro
túnel.
Veremos….
Fdo.: José Luis Úriz
Iglesias (Ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE)
Villava-Atarrabia 9
Octubre 2017
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